8/04/2009

Cinco claves del éxito y la riqueza que nunca hay que olvidar (III)

Tercera clave: Maximice sus ganancias

Todos los años, cientos de historias reales nos revelan cómo algu­nas personas que han ganado mucho dinero pierden en poco tiempo lo que tanto les costó lograr. Joe Louis, tal vez el mejor boxeador pro­fesional de todos los tiempos, estuvo empleado de guardaespaldas en un casino de Las Vegas en los últimos años de su vida. Como tributo especial a una persona que se podía considerar un orgullo nacional, el Congreso aprobó una ley especial, para evitar que la Hacienda tra­tara de recaudar sus impuestos atrasados. Sencillamente, Joe Louis no podía pagar lo que debía al gobierno.

No es infrecuente en personas que fueron un día millonarios, como jugadores de fútbol, actores de cine, gentes del espectáculo y personali­dades relacionadas con los medios de comunicación, que lleguen a es­tar endeudados, sin remedio, a sus 40 ó 50 años.

"He ganado 3,2 millones de dólares y mi fortuna es de 31.000 dólares..."

Nunca identifique la renta con la riqueza. La renta es lo que uno gana. La riqueza es lo que uno tiene. Un ingreso muy alto no le hace rico de forma automática.

Hace poco conocí a un hombre de cerca de 50 años que me contó que había ganado más de 3 millones de dólares en su vida, y que sólo le quedaban 31.000 dólares.

Me explicó: «Gané mucho dinero, pero hice unas cuantas inversio­nes muy malas y me casé dos veces. Después, hace doce años, tuve problemas con el IRS y, desde entonces, han venido tras de mí como sa­buesos.»

Pensé para mis adentros que si esta persona se hubiera pagado a sí mismo el Impuesto para la Independencia Económica, ahora ten­dría una situación económica buena.

Un amigo que ganó 500.000 dólares al año durante una década, vino a verme hace un mes. «Por supuesto, mi familia y yo vivíamos muy bien cuando yo ganaba mucho dinero. Pero yo invertía todo lo que me sobraba en mi negocio. No supe, hasta que fue demasiado tar­de, que mi socio había estado llevándose el dinero de la empresa. Aho­ra no tenemos nada. Incluso el banco va a ejecutar la hipoteca de nues­tra casa,»

Todo el mundo gana, a lo largo de su vida, una cierta fortuna. Sin embargo, muy pocos tienen una cantidad de riqueza significativa, o incluso muchos no tienen ninguna cuando se retiran.

Resumiendo: emprenda la acción para administrar su economía, aparte el 15 % de lo que gana para invertirlo y multiplicarlo, y podrá mantenerse en pie en cualquier tipo de circunstancia económica.

Piense en la recompensa, y el «sacrificio» le resultará atractivo

La acumulación de riqueza es el juego más estimulante y atractivo que uno puede jugar. Centre su energía y su fuerza de voluntad en la meta de ganar dinero. Ganar dinero no es un sacrificio. Sencillamente, es una forma de lograr un objetivo que merece la pena: la independen­cia económica.

Una joven pareja, Gail y Vic, me hablaron de su experiencia du­rante el primer año en que desarrollaron su plan de independencia eco­nómica. Me explicaba Gail: «Tenemos dos hijas, de 3 y 6 años de edad, de forma que yo no puedo trabajar. Vic consigue unos ingresos brutos de 31.250 dólares. Poseemos una pequeña casa. Y hasta hace un año nos gastábamos hasta el último céntimo. Pero ahora estamos camino de acumular riqueza.»

«¿Qué es lo que hacéis que no hacíais antes?», le pregunté. «Bueno, Vic y yo éramos felices con nuestra situación económica. No íbamos a ninguna parte. De forma que decidimos desplegar un plan de acción. Nos preguntamos a nosotros mismos: “Un coche nuevo y reluciente de 12.000 dólares de precio, ¿vale el cuádruple que un buen coche de 3.000 dólares y que tenga tres años? ¿A quién queremos impresionar? ¿Por cuánto tiempo? ¿Les importa de verdad a los demás lo nuevo que sea nuestro coche? ¿Se consigue el doble de alegría y satisfacción du­rante unas vacaciones que nos cuestan 2.000 dólares, que con otras, bien planificadas, más cerca de casa, menos ostentosas, que cuesten solamente 1.000 dólares?”»

«¿Necesitamos de verdad un segundo aparato de televisión? ¿Qué ocurre con nuestro seguro de vida? Nos dimos cuenta de que, si no estaba bien contratado, lo único que lográbamos era que la compañía de seguros se enriqueciera a cuenta nuestra.»

«Vic y yo repasamos todos y cada uno de los cheques que había­mos firmado el último año. Literalmente, examinamos todos y cada uno de los dólares que habíamos gastado.»

«¿Y qué otras formas encontrasteis de reservar mejor el dinero para conseguir vuestra independencia económica?», le pregunté.

«Nos dimos cuenta de que estábamos suscritos a revistas que no leíamos nunca», continuó Gail, «y de que comprábamos productos so­lamente porque estaban en rebajas, adquiríamos mucha comida inne­cesaria y de otras maneras derrochábamos el dinero.»

«Así que», continuó Gail, «buscamos en nuestro presupuesto gas­tos inútiles y encontramos muchos sistemas, grandes y pequeños, de ahorrar de cara a la inversión. E incluso encontramos aún más ideas para emplear nuestro dinero en aumentar nuestra riqueza.»

«¿Como cuáles?», pregunté.

«Por ejemplo, dejar de fumar», replicó Gail. «Vic había estado fumando durante años dos paquetes al día. Yo ya le decía que fumar era malo para su salud, pero no me hacia caso. Entonces, cuando Vic se dio cuenta de que estaba gastándose 75 dólares al mes, lo cual, invertido al 12 %, a interés compuesto, durante los próximos 32 años —momento en el cual llegaría a los 65— representa cerca de medio millón de dólares, decidió dejar de fumar.» (El comentario de Gail me hizo recordar que, considerados en conjunto, los Norteamerica­nos gastan anualmente el 5 % de sus ingresos en tabaco y alcohol. Eso supone la mitad del objetivo mínimo, del 10 %, que hemos esta­blecido como inversión para el Impuesto sobre Independencia Eco­nómica.)

«Bien», le comenté, «evidentemente habéis pensado mucho en la cuestión de los gastos y de los presupuestos. ¿Cuál ha sido vuestra acti­tud en cuanto a la inversión?»

«La hemos planificado. Durante nuestro primer año de plan de acumulación de riqueza, invertimos 4.600 dólares en unos fondos de mutualidad.»

«Dime», le pregunté, «¿representó realmente todo ello un gran sa­crificio?»

Gail pensó durante unos momentos. Y a continuación dijo muy seria: «No representó en absoluto un sacrificio. Sencillamente estamos viviendo mucho más razonablemente. Y, además, resulta divertido. En este momento tenemos la sensación de que vamos a algún sitio.»

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