9/27/2009

El dinero en la pareja

El dinero es un tema cargado de emociones. Al menos en teoría, se trata sólo de un medio para obtener los bienes y servicios que hacen posible la vida cotidiana, pero en la práctica es también un vehículo para el intercambio de emociones y significados, tanto hacia nosotras mismas como hacia quienes nos rodean.

Un ejemplo claro es la gran cantidad de problemas que genera el dinero en las parejas. Según la psicóloga norteamericana Olivia Mellan, el dinero es un tema tan saturado de emociones que pocas parejas lo discuten directamente.

Mellan sostiene que para la mayoría de la gente el dinero no es solamente dinero, sino algo que se asocia con temas como el amor, el poder, la felicidad, la seguridad, el control, la dependencia o la independencia, la libertad y muchas cosas más.

Se trata de un tema súper cargado de referentes, por lo que quitarle todo ese peso puede hacernos llegar muy lejos en la psicología humana, aunque este ejercicio es necesario para vivir una relación racional y equilibrada con el dinero. “Normalmente –agrega Mellan– cuando el botón del dinero se presiona, salen a la luz asuntos importantes que habían sido desatendidos durante mucho tiempo”, por lo que decidirse a abordar el tema del dinero es la forma perfecta de tomar conciencia y crecer.

EL DINERO EN LA PAREJA
Para esta psicóloga resulta claro que cuando dos individuos forman una relación, el dinero comienza también a formar parte de ella. Lo sorprendente es que en esta época tan liberal las parejas discutan muchas cosas antes del matrimonio, pero no siempre hablen de lo que piensan acerca del dinero.

El dinero sigue siendo un tema tabú en muchas relaciones. Con frecuencia, el silencio es un escudo para la vergüenza, la culpa o la ansiedad que cada quien siente respecto a la forma en que maneja sus finanzas. Por otro lado, muchas personas mantienen relaciones problemáticas con el dinero y cuando se involucran en una relación de pareja, los asuntos financieros se vuelven explosivos.

Otras, en cambio, pueden no tener problemas con el dinero, pero éstos comienzan luego de iniciada la relación de pareja.

Olivia Mellan tiene más de 20 años como especialista en la solución de problemas financieros y observa que: “las parejas normalmente se polarizan respecto del dinero. Tienden a asumir estilos o personalidades defensivas que son directamente opuestos a los del otro. Yo lo llamo la Ley Mellan: si los opuestos no se atraen directamente, entonces eventualmente podrán crearse el uno al otro”.

Según la psicóloga, las personas ahorradoras tienden a casarse con las derrochadoras, ya que en la actual sociedad de consumo solemos pensar que sólo somos buenos ciudadanos en la medida en que salimos y gastamos. Debido a la alienación espiritual y la ruptura de los lazos comunitarios, mucha gente siente un vacío interior que tratan de llenar con cosas. Por todo esto, si no estamos derrochando el dinero, entonces nos estamos preocupando por cómo obtenerlo o por ahorrarlo compulsivamente y este ambiente se vuelve propicio para la unión de los contrarios respecto al dinero.

Por si fuera poco, crecemos en familias donde las pláticas acerca del dinero giran en torno a su ausencia o su abundancia, pero no respecto a lo que realmente es (un medio para obtener cosas) y lo que puede y no puede hacerse con él. Generalmente no examinamos los mensajes sociales que nos presentan una serie de gratificaciones por gastar nuestro dinero y mucha gente alcanza la adultez sin un sentido realista de sus finanzas familiares.

La mayor parte de nosotros aprendemos los significados del dinero en la infancia, con nuestras familias de origen y, cuando adultos, nos encontramos ya sea imitando las actitudes de nuestros padres o rechazándolas tajantemente. Cuando los padres se preocupaban mucho por el dinero, sus hijos pueden volverse derrochadores para olvidar la época en que tenían que dar cuenta de cada centavo que gastaban.

Y al contrario: los hijos de padres derrochadores pueden querer enmendar esa historia refugiándose en el ahorro. Además de las actitudes y creencias irracionales que internalizamos en la familia, también están los recuerdos de experiencias que vivimos en la infancia, como haber convivido con personas privadas económicamente o con un nivel económico envidiable para nosotros.

LA DANZA DE LOS OPUESTOS
Para Olivia Mellán, las parejas que se polarizan respecto al dinero se involucran en una danza equilibrada de opuestos. Dos derrochadores en una pareja pueden luchar por el papel de ser el súper derrochador y alguno de ellos, como defensa, puede aprender a ahorrar pensando que “alguien debe poner los límites”.

Cuando se trata de estilos defensivos, siempre hay alguien que se aferra a su papel, mientras que el otro se retracta y comienza a jugar el papel de perseguidor. Esto ocurre porque si ambos se retiraran del juego, la conexión entre ellos se rompería.

Otra polaridad muy común es la del ansioso y el elusivo.

Los elusivos no se fijan en detalles de su vida económica tales como si tienen suficiente dinero para gastar o qué tanto interés están pagando por sus tarjetas de crédito. Ellos sólo gastan.

Los ansiosos pueden volverse parejas de los elusivos como una forma de escapar de su propia avalancha de ansiedad.


Pero ninguno de los dos puede evitar el asunto del dinero por siempre, ya que alguien deberá preocuparse y tomar el papel del ansioso. Haciendo aún más difícil el problema, los ahorradores suelen ser ansiosos y los derrochadores elusivos.

Tanto los derrochadores como los ahorradores viven mundos diferentes marcados por creencias opuestas. Lo que a uno le parece bien, al otro le resulta inaceptable. Cuando no gasta, el ahorrador se siente virtuoso, bajo control. En contraste, el derrochador se siente privado y ansioso cuando no gasta.

Lo que hace a cada tipo de personalidad, es el funcionamiento de ciertos sistemas de creencia internos que bien podrían denominarse “mitos sobre el dinero”. Estos mitos son todos aquellos mensajes, promesas y recuerdos adquiridos en la familia de origen o en la interacción con los demás que tienen que ver con lo que realmente pensamos acerca del dinero.

EL GÉNERO Y EL DINERO
Además de las distintas personalidades, existen claras diferencias de género en el uso del dinero. Más allá del estereotipo de la mujer derrochadora y el hombre ahorrador, los hombres y las mujeres le atribuyen significados distintos al dinero.

En general, los hombres son educados para ver el mundo de forma jerárquica y competitiva. Siempre hay la postura de arriba y la de abajo, un ganador y un perdedor. Las mujeres, en cambio suelen ver el mundo con un anhelo democrático y cooperativo, por lo que suelen compartir.

Además, aún hoy a muchas de ellas se les educa para ser dependientes y vulnerables, mientras que a los hombres se les prohíbe ese tipo de comportamiento. Todas estas diferencias conducen a choques cuando se trata de tomar decisiones respecto al dinero. Muchos hombres, por ejemplo, no dudan ni un minuto en ir solos a comprar un gran televisor, una computadora e incluso un coche, lo que genera un extrañamiento en las mujeres por no haber sido consultadas para hacer esas compras.

A pesar de todos los cambios sociales, los hombres aún creen que ellos deben ser buenos para lidiar con las finanzas, aunque nadie les diga cómo hacerlo. En este sentido, el dinero es como el sexo, se supone que ellos saben cómo hacerlo.

A diferencia de ellos, a muchas mujeres se les educa para creer que no serán buenas manejando sus finanzas y si tienen suerte contarán con un hombre que se hará cargo de sus inversiones. Además, cuando los hombres ganan más dinero que su esposa, generalmente creen que eso les permite un mayor poder en la toma de decisiones. En contraste, las mujeres que ganan más que sus maridos casi siempre quieren mantener la igualdad en la toma de decisiones.

“Como mujer y terapeuta, tengo una preferencia definitiva hacia compartir las decisiones y el poder. Es el único acuerdo que funciona. Prefiero pensar en el sentido del dinero masculino no como un derecho sino como una defensa contra la presión de ser los proveedores”, explica Mellan.

A decir de esta especialista, los hombres son entrenados para creer que el dinero equilibra el poder y que el poder es el camino del respeto. Sin embargo, el poder y el control no son compatibles con la intimidad de la pareja.

Las relaciones sólo tienen éxito cuando los dos son capaces de mostrar su vulnerabilidad al otro. Por esto, es importante que los hombres sepan que si no pueden compartir el poder en la pareja, eso significa hacer trampa con la intimidad y el amor que supuestamente desean de su compañera.

Otra diferencia importante entre hombres y mujeres surge cuando tratan de juntar el dinero de ambos. Por lo general, los hombres quieren juntar todo el dinero y mantener la primacía en la toma de decisiones. Pero muchas mujeres quieren mantener al menos un poco de dinero por separado.

La experiencia permite ver un anhelo altamente positivo y probablemente inconsciente en ambas posiciones y tiene que ver con el reto de la intimidad. Unirse, mantenerse conectados y permanecer conectados resulta más difícil para los hombres. Al primer signo de conflicto es fácil para ellos buscar la separación.

El anhelo de los hombres de juntar el dinero de la familia es una expresión amorosa de su deseo de intimidad y conexión, e incluso puede ser una protección contra su propio impulso de separación. Pero ni el deseo de unir el dinero ni de mantenerlo separado son posturas que deben tomarse en contra del deseo del otro.

Cuando las parejas entienden esto, pueden comenzar a hacer acuerdos para transformar su relación y terminar sus discusiones acerca del dinero.

No existe una sola forma de resolver el tema del dinero en la pareja. Se puede unir parte de los ingresos y mantener otra parte separada o incluso que alguno de los dos junte todos sus ingresos mientras el otro mantiene algo aparte. “Las soluciones no deben ser simétricas para funcionar bien”, afirma Mellan.

Para funcionar, las soluciones tienen que atender a las necesidades íntimas de ambos, y en el fondo, la verdadera dificultad estriba en poder decirle al otro cuáles son nuestros verdaderos deseos y necesidades.